Los que tenemos ideas liberales estamos en una encrucijada al tener que escoger entre dos populismos.
El día en que a Rodolfo Hernández se le olvidó qué era el Vichada, lo que me llamó la atención no fue tanto el lapsus sino la frase con la que él mismo remató el video en el que un seguidor le pidió un saludo para los vichadenses: “entréguenle la chequera a Rodolfo Hernández, no los voy a defraudar”.
En otro video el empresario contó que cuando fue alcalde de Bucaramanga financió de su propio bolsillo la política social: “Tomé la decisión de donar completamente mi sueldo, incluso añadí plata de mi bolsillo para cumplir con el sueño de los jóvenes que querían estudiar”, y más adelante: “doné más de mil millones de pesos para que esos jóvenes estudiaran”.
Al margen de la discusión de si sus motivaciones son genuinas o no, no lo sé, la estampa de hombre providencial que resuelve la injusticia social reclamando chequeras a unos y distribuyendo plata de su bolsillo a los otros, reúne dos rasgos populistas que Enrique Krauze enumera en su famoso Decálogo del populismo: el perfilamiento del líder carismático y el gusto por repartir la riqueza sin intermediarios.
El hombre providencial suele aparecer como redentor en situaciones cruciales y germina donde abunda el apetito de esperanza. A este populista disfrazado de ciudadano de a pie se le transfiere el poder directamente, y como dice Max Weber, “a su persona y a sus cualidades”.
El hombre providencial, además, prefiere distribuir la riqueza sin intermediarios. Su canal redistributivo tiene la longitud de su propio brazo, es decir la equidad está al alcance de un apretón de manos o de una cachetada.
Las propuestas de política social de Rodolfo Hernández operacionalizan el talante de hombre providencial que decide, bajo el argumento de “acabar con la robadera”, la eliminación de los intermediarios que lo separan del pueblo, bien sean estos el mercado o las instituciones. Por ejemplo, en su programa de gobierno promete solucionar las necesidades básicas de vivienda urbana con casas en lotes de 72 m2 expandibles a 126 m2 que construirá en zonas céntricas “así resulten más costosos los terrenos”; omitiendo sin pudor las fuerzas económicas que forjan las ciudades.
En la parte de transferencias monetarias, el ingeniero abraza el dogma de equiparar intermediarios a corruptos y propone una Renta Básica que concentre “en un solo pago todos los subsidios existentes (…), eliminando a las entidades que intermedian y haciendo el pago a través de una tarjeta de cero costos del Banco Agrario”; renunciando de un plumazo al beneficio de los subsidios que sí funcionan y a las ganancias en eficiencia que proporciona el mercado de operadores financieros, ambas cosas demostradas ampliamente por la evidencia.
Es cierto que los que tenemos ideas liberales estamos en una encrucijada al tener que escoger entre dos populismos, pero cualquiera que sea la elección conviene no abrazarla con entusiasmo, pues basta con creer en el hombre providencial para envalentonarlo.
Roberto Angulo
Socio Fundador de Inclusión SAS
rangulo@inclusionsas.com