A diferencia de la pobreza monetaria, la multidimensional va mucho más allá de los ingresos de una persona y entrega una foto más detallada: tiene en cuenta, por ejemplo, las condiciones de vivienda, el acceso a los servicios públicos, la educación e incluso el trabajo de cada miembro del hogar.
Aunque se podría decir que en 2021 este dato dejó buenas noticias (porque se mejoró el acceso a los servicios de salud tras el rezago que dejó la pandemia), no hay que conformarse con los resultados. Aunque se ve que el indicador general cayó al 16%, hubo un estancamiento del avance en las zonas urbanas, pues el dato se mantiene sobre un 11% casi que desde 2016. En el campo, al contrario, ha bajado año tras año.
Entender por qué pasa esto también ayuda a la lucha contra la pobreza. Este estancamiento en las ciudades se da, en parte, por la alta inasistencia escolar, que no se ha recuperado al mismo ritmo que en el campo. Esta situación preocupa a tal punto que el Banco Mundial calculó que haber cerrado los colegios durante la pandemia puede representar una pérdida de casi el 14% del PIB mundial.
Aterricemos esta cifra: a esta generación de niños y niñas le va a costar más trabajo leer bien, analizar textos o realizar operaciones matemáticas. Esta pérdida de aprendizaje los hará graduarse a una edad más alta que otras generaciones y al final podrían terminar en trabajos de menor calidad. Todo un cóctel que podría generar una trampa de pobreza para una generación completa.
¿Qué se puede hacer para superar el problema? Este es un caso específico, pero da luces de cómo las cifras pueden plantear soluciones. Sabemos que la pobreza en las ciudades, en parte, no está bajando por culpa de la alta inasistencia escolar. Si esto es claro, entonces no se puede seguir esperando que los niños lleguen a la puerta del colegio, sino que hay que salir a buscarlos de manera proactiva. Una forma de hacerlo es la construcción de unidades de análisis más localizadas, como el Índice de Pobreza Multidimensional de colegios creado por la firma Inclusión, y que permite detectar colegios que están en un alto riesgo de deserción o inasistencia escolar.
Otra forma es aprovechar el flujo de datos que tienen los programas sociales, como Familias en Acción, y que ofrecen información suficiente como para saber qué niños y niñas están o no yendo al colegio. Pero para eso hay que tener una estrategia que no solo utilice estos datos para informar, sino también para orientar acciones.
En el segundo episodio del podcast Ideas para la Inclusión, hablamos con Roberto Angulo y Francisco Espinosa, socios fundadores de Inclusión, sobre las luces y sombras de las cifras de la pobreza monetaria.