Los micronegocios en Colombia son tan diversos como sus propietarios. No todos son por subsistencia y un porcentaje tiene vocación de crecimiento.
Por Inclusión SAS y Economía para la Pipol
Entre una mujer que vende alimentos en el espacio público, un hombre que tiene su ferretería en un barrio y una firma de servicios de consultoría de cuatro empleados hay algo en común: los tres son parte de un micronegocio; que según el Departamento Nacional de Estadística se define como una unidad de económica de menos de 9 empleados, independientemente de si es formal o no.
En 2021, Colombia tenía 5,8 millones de micronegocios en los que se empleaban, de manera informal o formal, 7,8 millones de empleos de trabajadores de diferentes clases sociales y niveles de ingresos.
Los micronegocios en Colombia son tan diversos como sus propietarios. Algunos son por subsistencia, otros porque sus dueños identificaron una oportunidad de negocio o como un complemento para los ingresos del hogar.
Un ejemplo es el negocio de Sandra Fajardo, que luego de trabajar varios años como empleada en una empresa de comercialización de elementos sanitarios como guantes, ropa desechable y tapabocas, decidió que ella misma podía iniciar una empresa que se dedicara a lo mismo y recibió apoyo de la Secretaría de Desarrollo Económico de Bogotá para formalizarse.
Con su experiencia y conocimiento de los distribuidores y clientes, Fajardo se lanzó a crear un micronegocio que desde 2019 está formalizado (es decir cuenta con RUT y registro en Cámara de Comercio) y hoy no solo le garantiza los ingresos para mantener su nivel de vida, sino que genera empleo.
Para Sandra Fajardo, que inició su negocio en 2018 y lo formalizó en 2019, el primer reto que encontró fue compartir la misma visión con sus socios iniciales y tras salir de esa sociedad y continuar con su micronegocio independiente, su mayor desafío ha sido el de mantenerse vigente.
Arturo García, consultor asociado de Econometría, ha trabajado con el programa Emprendedoras Bavaria en el fortalecimiento de micronegocios femeninos. Su enfoque incluye ciclos de entre 5 y 6 semanas de trabajo y monitoreo constante de los micronegocios.
De acuerdo con García, 20.000 micronegocios creados y administrados por mujeres reciben acompañamiento permanente de asesores a través de este proyecto en ciclos de cinco de semanas para incrementar su financiamiento, estructurar proyectos, mejorar su contabilidad y aumentar sus ventas, que son algunos de los cuellos de botella que encuentran estas propietarias.
Lo que el trabajo de García ha permitido descubrir es que implementar este tipo de programas con un monitoreo diario de los resultados garantiza buenos resultados, pues así se pueden corregir rápidamente las fallas de implementación del mismo y los ciclos siguientes también integran los aprendizajes obtenidos.
“Muchos programas de acompañamiento a micronegocios en el país al final no se ejecutan como están previstos. En nuestro programa, la garantía de que se ejecuta el plan como está previsto es muy cercana porque se va midiendo desde la primera semana”. Arturo García
García también cuenta que hay hallazgos interesantes, por ejemplo, que el acceso al crédito para los micronegocios resulta en crecimiento de las ventas, lo que les permite pagar el mismo crédito y hacer nuevas inversiones para crecer.
Lo importante de todas estas herramientas de medición de los micronegocios y diseños de programas que apoyen su robustecimiento es que se puedan ajustar para obtener mejores resultados y sus objetivos sean claros para facilitar su estudio.
Por esta razón, Inclusión S.A.S., en el marco de un estudio sobre la oferta de inclusión de productiva de las agencias de la Naciones Unidas liderado por la Oficina Coordinadora Residente (OCR), creó un índice de robustez de micronegocios para entender el panorama de los micronegocios mediante 3 dimensiones: Formalización del micronegocio, Tecnologías de la Informática y Comunicaciones -TIC y Contabilidad y finanzas.
Con este índice de robustez se identificó que los micronegocios en Colombia son diversos. El 32% de los micronegocios de Colombia son robustos en atributos relacionados con las 3 dimensiones mencionadas. Al analizar los micronegocios débiles (68% del total nacional), se puede ver que les cuesta más trabajo llevar la contabilidad de sus negocios, formalizarse tanto como negocio como en las condiciones laborales del propietario y los trabajadores, entrar en la era digital y conectividad y usar medios de pago diferentes al efectivo.
El índice de robustez de micronegocios, desarrollado por Inclusión SAS para la OCR y que está próximo a ser publicado, permite entender dos elementos relevantes: primero, que no todos los micronegocios son débiles, una tercera parte de ellos, y con propietarios de todas las clases sociales, son fuertes y pueden tener potencial de crecimiento, de hecho, según los resultados del IMICRO para 2021, a mayor robustez de los micronegocios (menor número de acumulación de privaciones en el índice) mayor es el valor agregado por trabajador. Y segundo, que una estrategia para estimular a los micronegocios pasa por el fortalecimiento de la conectividad, la capacidad técnica en contabilidad y digitalización.
Dada la diversidad de los micronegocios, mientras algunos logran sostenerse en el tiempo y crecer, como el de la señora Fajardo, otros tienen dificultades para implementar nuevas herramientas que les permitan crecer y generar más ingresos. En todo caso, como lo menciona Arturo García, sí es posible encontrar estrategias para estimular aquellos micronegocios que, a pesar de enfrentar barreras y cuellos de botella, tienen vocación de crecimiento, siempre y cuando se cuente con instrumentos como el IMICRO que permita entender sus necesidades y tener una idea más clara para el diseño de políticas que busquen mejorar la robustez de estos micronegocios.