Permitir la firma de nuevos contratos de exploración, tener más reservas de gas natural hoy significa menos pobreza mañana.
La fuente de energía perfecta es una quimera, es decir, sólo tiene lugar en la imaginación de quien la ve. Cualquier valoración de un energético exige una evaluación con múltiples criterios.
Vaclav Smil, uno de los mayores expertos mundiales en energía, propone una lista de criterios prácticos para valorar los combustibles conformada por los de densidad energética, transportabilidad, capacidad de almacenamiento, eficiencia (en la combustión), facilidad en el uso, limpieza, flexibilidad, contribución a la generación de gases efecto invernadero, fiabilidad y durabilidad del suministro. Al poner a competir el gas natural con sus sustitutos más cercanos (madera, carbón y combustibles líquidos derivados del petróleo), Smil concluye que el gas natural obtiene calificación de excelencia o muy buena en todos los criterios excepto en densidad energética.
En un estudio de Inclusión SAS para Naturgas encontramos, a partir de la aplicación de una metodología de microsimulaciones sobre la Encuesta Nacional de Calidad de Vida del Dane, que una conversión de GLP como combustible para cocinar (gas licuado del petróleo) a gas natural en áreas predominantemente urbanas e intermedias (según categorías de la Ocde), puede liberar un monto promedio de gasto por hogar de $62 mil mensuales. Adicionalmente, una conversión de leña, carbón y desechos por gas natural en las mismas áreas, puede sacar de la privación energética, y sin generar mayor presión sobre la capacidad de pago, a cerca de 650 mil hogares; la mitad de los que registran privación energética del país.
Además de que el gas natural tiene un desempeño excepcional por las ventajas prácticas que acumula, en Colombia es un vehículo de bienestar: por donde pase, el gas natural libera gasto y reduce pobreza.
Pero, como es bien sabido, el cambio social no se consigue con piloto automático ni a punta de discursos. Para explotar el potencial social del gas natural, en el estudio proponemos acciones dirigidas a remover barreras en toda su cadena de valor.
En esta columna destaco las 3 más importantes: primera, permitir la firma de nuevos contratos de exploración y con ello reducir la incertidumbre frente a la suficiencia energética -tener más reservas de gas natural hoy significa menos pobreza mañana-; segunda, corregir el esquema tarifario de transporte de gas natural por gasoducto para que la tarifa no castigue a los usuarios alejados de la fuente de producción o suministro, que por lo general son los más pobres; y tercera, articular una estrategia público privada que sume esfuerzos y recursos para expandir masivamente el acceso de gas natural a los hogares pobres y vulnerables.
El curso de la historia, escribe Smil en Energía y civilización, “puede pensarse como la búsqueda por controlar mayores reservas y flujos de formas de energía, y por convertirlas en calor, luz y movimiento de manera asequible, eficiente y menos costosa”.
El gas natural es cambio social en potencia, y si queremos convertirlo en cambio social efectivo, necesitamos abandonar las quimeras y lanzarnos a trabajar.
ROBERTO ANGULO
Socio fundador de Inclusión SAS.
rangulo@inclusionsas.com