El gobierno aún está a tiempo de evitar que su estrategia de reducción de pobreza tenga el destino del barco ebrio de Rimbaud.
La noticia ya ha ocupado varias veces la primera página de este diario: la pandemia podría haber generado la escalada de pobreza más grande que se haya visto en Colombia desde que existen este tipo de mediciones.
Según el Departamento Nacional de Planeación (DNP), en 2020 la pobreza monetaria pasaría de 35,7% a 42%. Lo que significa que más de tres millones de personas podrían haber caído en la pobreza, 23 veces la población de Quibdó. Esta cifra llevaría al país a los niveles de pobreza de hace 10 años.
Los números contrastan con el hecho de que el gobierno nacional no ha definido una meta de pobreza que le sirva como faro o brújula para navegar en tiempos de reactivación.
En condiciones normales, la meta que orienta la estrategia de reducción de pobreza del gobierno es la del Plan de Desarrollo. El plan actual se fijó la meta de reducir la pobreza en seis puntos porcentuales (p.p.), lo que implicaba la salida de la pobreza de 2,9 millones de personas durante el cuatrienio.
Esta meta perdió vigencia desde el año pasado porque la pandemia generó un remezón en los supuestos macroeconómicos con los cuáles se escribió el plan y, en segundo lugar, porque el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane) introdujo mejoras en la medición que nos mostraron que la pobreza era más alta de lo que creíamos.
Este año el gobierno publicó el Conpes 4023 de la “Política para la reactivación, la repotenciación y el crecimiento sostenible e incluyente: nuevo compromiso por el futuro de Colombia”. El documento no incluye meta de pobreza. La ausencia de un compromiso en velocidad y orden de magnitud en la reducción de pobreza se nota en la temporalidad del plan de acción de la política, que por ejemplo, se fija un plazo de cuatro años para actualizar la información de los hogares afectados por la emergencia y para la construcción del registro social.
La reducción de la pobreza no puede ser una aspiración o una promesa abstracta en un momento tan crucial como este.
¿Cómo vamos a saber si llevamos un buen ritmo de recuperación? ¿Alrededor de qué números las entidades del gobierno pueden coordinar sus planes estratégicos? ¿Cómo vamos a estimar la frecuencia y el monto de las transferencias de emergencia? ¿Cómo vamos a saber cuánto redistribuir vía reforma tributaria o fiscal?
El gobierno aún está a tiempo de evitar que su estrategia de reducción de pobreza tenga el destino del barco ebrio de Rimbaud, que por navegar sin faros y sin brújula terminó perdido en el mar “lanzado por la tromba en el éter sin pájaros”.
Roberto Angulo
Socio Fundador de Inclusión SAS.
rangulo@inclusionsas.com